11 nov 2009

4 Paredes


Siempre fui esa persona que escribió para desahogarse, para que al menos estas palabras no se sintieran molestas por lo que uno escribe.

He dedicado mi vida al estudio, al trabajo (por obligación), desde los 16 años, he llorado sin que ellos lo notaran, y a veces ellos mismos lo notaban…

Se supone, que alguien debería darte un abrazo, y preguntarme porque lloraba, o simplemente acompañarme, para no sentirme sola. ¿Qué hacían? Se reían, pasaban por mi lado y lo único que hacían era observarme como una persona extraña que apenas conocía el significado de su existencia podía sentirse así.

Nunca tuve esa sensación de sentirme acompañada. Siempre me criticaron sin pensar que iban a provocar.

Nunca se preguntaron que significado tenían las canciones que escuchaba, que escucho, nunca se preguntaron porque nunca cuento lo que me pasa exactamente, si alguna vez, tendría la valentía de decirles, que los necesitaba…Jamás se lo preguntaron.

¿Qué es lo que te pasa? Una y otra vez lo decían, los miraba, y creía que lo podría decir, pero en ese preciso momento recordaba todo lo que habían pronunciado ¿Y qué me decía? Serías una irónica al confiarles algo tan… Tuyo…

Tuve, tengo y tendré esa maldita habilidad para hacerles creer al mundo que estoy bien, que siempre lo he estado y que nunca me ha pasado nada malo.

Y cuando tenía la sensación de sentirme acompañada, podía decir algo muy poquito del mucho dolor que llevaba mi alma, y lo único que decían, era… ¿Eso era lo que te tenía así? […]

Hay cosas que quisiera cambiar de mi vida pasada (sobre todo).

Haber sido tan débil, como para soportar tantas cosas, hacer de algo sencillo, algo demasiado complicado, no haberle dicho todo lo que sentía en el momento indicado, y haber atado mi corazón a una melancolía que desconoce su salvación.

Siempre… cuándo llegaba a una casa que no era la mía comenzaba a ver el trato hermoso que se tenían madre-hija, y me preguntaba que tan difícil era convertir mi trato asqueroso como el que siempre quise… Y por más pequeño esfuerzo que hacía, todo era derrumbado.

Me preguntaba, cuál era mi error… ¿No ser como ella quería, o ser algo que nunca se imaginó?

Y la respuesta es obvia… Ser totalmente diferente a mis hermanas, ser lo que nunca soñó para mí, ser algo extraña, “sin sentimientos” según ella, “calculadora” y por sobre todas las cosas sin corazón…

En mi cabeza ronda siempre una misma pregunta…

¿Por qué sólo una persona fue capaz de demostrarme cariño?

Ella fue la luz de mi vida, la razón de mí ser, con una simple mirada sabía que es lo que me pasaba, utilizaba las palabras justas y necesarias para apoyarme, y para ayudarme a no cometer errores. Siempre me dijo que lo único que no quería es verme sufrir… Aunque nunca tuve el coraje de decirle todo lo que pasaba entre mis cuatro paredes, era conciente de lo que pasaba allí, y con un simple gesto de cariño me borraba el recuerdo de ese momento de tristeza…

Desde pequeña, cuando apenas recuerdo lo que algún día vivimos, siempre me hacía reír con alguna tontería, o salía con ella a algún lugar lejano… A caminar, a saltar, a correr, a visitar esas calesitas escondidas en plazas lejanas de casa; a comprar pompas de caramelos de color rosa, o esas hebillas para el pelo que me regalaba… O simplemente me contaba historias tristes de su infancia… Me las contaba para que nunca cometa el error que su propia madre cometió con ella, para que logre ser conciente de las cosas que podría hacer. Siempre me dijo que nunca abandone a mi madre, y es lo que nunca haría a pesar de todo..

A pesar de que ella siempre me dijo lo que nunca debería cometer ese error, su propio hijo en los momentos que más lo necesitó, prefirió estar con su mujer… ¿Hoy se arrepiente? No, eso se hace llamar “Tío”.

Su propio marido la engañó hasta cansarse, le mintió las veces que necesitó, y ella sin embargo, murió amándolo como nunca amó a nadie…

Siempre me preguntó si yo lo había visto en actitudes sospechosas… No podía decirle nada, hubiera muerto de dolor al escuchar esas palabras de mi boca…

Siempre tomadas de la mano, esperando a que despertara de ese “sueño”, hasta que aproximadamente siendo las 14:50 (creo), pronunció mi nombre… Abrió sus pequeños ojos y me regaló una sonrisa, mis lágrimas se hicieron presentes, y ella me decía, no tenés porque llorar, estoy bien… Fue el último día que escuché su voz…

Muy dentro mio sabía que era lo último que diría en toda su vida, y aunque han pasado dos largos años y varios meses, he disimulado que estoy bien, que su muerte la he superado.

Miento, sigue tan presente como ayer, como hoy, y como lo va a ser mañana.

Necesito sacar todo lo que tengo guardado en mi alma desolada, creer en alguien, superarme día a día. Y creer que algún día, esto desaparecerá…

Y eso que tanto escondo entre mis palabras salga a la luz… ¿Cuándo? No lo sé.

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